CARLOS VICO Conócete a ti mismo

POR RAMÓN RIVAS | FOTOS: Cortesía Carlos Vico

 

La supervivencia es la acción de conservar la vida, sobre todo cuando nos enfrentamos a situaciones adversas. Pero la supervivencia también es mantenerse en pie ante las situaciones cotidianas que nos pueden generar unos miedos incontrolables que, en algunas ocasiones, pueden desembocar en el pánico y sus fatales consecuencias. Si hay alguien que sabe muy bien lo que es enfrentarse al miedo, ese es Carlos Vico, un verdadero superviviente que se ha enfrentado a numerosas pruebas que han puesto al límite su propia vida.

Como él mismo afirma, su forma de entender la vida ha estado condicionada por las personas de su entorno familiar, siendo su padre y su abuelo los referentes más importantes de su existencia, una vida que dio un giro dramático cuando la crisis golpeó con fuerza en España y Carlos, como otros muchos españoles, perdió la empresa familiar en la que trabajaba y hasta su propia casa. Este hecho hizo que tuviese que replantearse su vida y empezar de cero.

Con un plan de vida hecho pedazos, Carlos se refugió en la montaña, un entorno familiar donde la naturaleza es la que marca el ciclo de la vida. Allí, en su retiro voluntario, y tras un cúmulo de casualidades, vio la oportunidad de crear una escuela de supervivencia extrema con la que empezó poco a poco a reconstruir su vida.

El espíritu aventurero llevó a Carlos a poner el listón de la supervivencia cada vez más alto, realizando viajes de aventura a lugares tan extremos como el desierto del Sáhara, Siberia o Groenlandia. Precisamente en Siberia, donde simulaba la huída de un gulag soviético y en Groenlandia, donde tuvo un accidente que estuvo a punto de perder la vida, fueron las dos experiencias más duras que marcaron el rumbo de su vida.

En 2016 publicó su primer libro titulado Superviviente. El miedo bajo control, donde hace un intimísimo repaso de su vida. Este libro, producto de su terrible experiencia en Groenlandia, fue  en un principio una herramienta para salvar su mente, como él mismo reconoce. Aunque también su publicación fue el punto de partida para reorientar su vida. Aprovechando todos sus conocimientos sobre la supervivencia y la gestión del miedo, Carlos fundó la escuela Survival Xtreme, donde realiza todo tipo de cursos de supervivencia y charlas con el fin de ayudar a otros a gestionar el miedo, especialmente niños y adolescentes.

De supervivencia, de miedo y de aventuras, hemos hablado con Carlos Vico en esta entrevista.


Carlos, antes de hablar de tus experiencias y de tus aventuras extremas, creo que deberíamos empezar esta entrevista hablando de los pilares que han forjado tu personalidad y tu modo de vida. Me estoy refiriendo a personas como tu abuelo, tu padre, tu tío y un señor llamado Varo, unos personajes que aparecen frecuentemente en tu libro Superviviente. El miedo bajo control. ¿En qué te han condicionado para llevar la vida que has elegido?

Todos ellos me han condicionado de diferente manera. Mi abuelo tenía una forma muy diferente de ver las cosas. Él creaba patrones sistémicos, comprendía cómo se conectaban  y relacionan diferentes partes de la naturaleza para formar un todo. Son patrones que los que vivimos en la ciudad hemos olvidado pero que todavía hoy se mantienen en el mundo rural. Yo no hago nada nuevo, todo lo contrario, hago lo mismo que se hacía hace 100 años. Por otro lado, mi padre me enseñó a trabajar, a ser constante, a no quejarme y a tirar para adelante. Varo era un hombre muy particular, era un hombre solitario que se sumergía en su mundo, que escribía poesía, cantaba… Todo el mundo en el pueblo decía que Varo estaba loco perdido pero, para mí, fue un referente en el tema de la soledad y para hacer funcionar bien mi mente en momentos de soledad. Mi tío Lolo era todo lo contrario, un hombre súper divertido que siempre se relaciona con todo el mundo. Creo que la combinación de estas personalidades son las que me han ayudado a sobrevivir, sobre todo en situaciones críticas.  

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Antes de dedicarte a la aventura y la supervivencia  extrema trabajabas en una empresa familiar. ¿Qué tipo de empresa era?

Era una empresa familiar en la que trabajábamos en  acristalamientos. Empecé con 14 años y a los 18 ya estaba montando muros cortina con mi padre. Trabajábamos muy duro. Mi padre era muy cañero y nos tirábamos cada día 13 o 14 horas trabajando. Eso, en cierta medida, me fortaleció, porque esa manera de trabajar hace que el cuerpo se acostumbre a seguir trabajando cuando estás cansado y eso es un aprendizaje que me vino muy bien posteriormente.

Como ha pasado a miles de españoles, la crisis golpeó con fuerza en la empresa, hasta el punto que la tuviste que cerrar. ¿Cómo te afectó a nivel emocional?

Fue muy duro, porque cuando te han inculcado que debes ser una persona honrada, trabajadora, vivir en una sociedad en la que todo el mundo se sienta orgulloso de ti y todas esas cosas, llega un día en el que las cosas se tuercen, todo cambia y los problemas económicos llegan. En ese momento, toda la estructura en la que te han educado se cae a pedazos. Trabajé en unas obras muy grandes que no me pagaron y a raíz de ahí, lo fui perdiendo todo. Perdí la empresa, perdí la casa y eso afectó también a las relaciones personales y de pareja. Perderlo todo me hizo cambiar el chip, porque cuando lo has perdido todo, es cuando te das cuenta que se puede vivir mejor que antes. Yo antes era un desgraciado que trabajaba 14 horas al día, 6 días de la semana para tener un status y ahora me doy cuenta que tengo un status cojonudo como persona y como instructor de supervivencia. Me siento importante como persona, porque ayudo a los demás y soy feliz sin tener esa casa ni ese coche de lujo. He descubierto que trabajando menos que antes y teniendo menos cosas, soy mucho más feliz.

¿Cómo afrontaste el golpe de perderlo todo?

La solución que encontré fue la de aislarme. No entendía nada de lo que estaba pasando y me fui a la montaña, un lugar que comprendía porque el funcionamiento de la naturaleza es más simple.

Se podría decir que en ese momento tu referente fue el señor llamado Varo ¿no es así?

Correcto, muchas veces hay que aislarse de la sociedad para encontrarse a uno mismo. Mucha gente dice que la montaña les da paz, eso no es correcto, la montaña no da paz, porque cuando se hace de noche la gente se asusta y se va. Lo que verdaderamente pasa en la montaña es que no hay tantos focos de información como en la ciudad, eso hace que tu mente se relaje y se tenga una sensación de paz. Para mí el mejor momento en la montaña es cuando anochece, cuando monto mi refugio y me relajo ante el fuego, pensando en mis cosas. 

Empezaste a salir solo en la montaña pero, poco a poco, se te unieron otras personas y ahí viste una posibilidad de negocio.

Al final, todo fue una coincidencia, al principio no vi que eso fuera una veta de negocio. La verdad es que al principio la gente me veía como un “friki” pero, poco a poco, se fue corriendo la voz, hasta que se empezó a unir gente y comencé a enseñar técnicas de supervivencia. La verdad que la escuela de supervivencia surgió de casualidad.

Pese a que ya desde pequeño conocías técnicas de supervivencia en la montaña, es imprescindible contar con conocimientos muy amplios de supervivencia en un entorno natural. ¿Cómo te preparaste?

La base, es lo que yo llamo “mi montaña”, es algo que conocía  perfectamente desde niño, el problema estaba cuando te venía alguien que quería hacer cursos de nieve, en esos casos, siempre he preferido trabajarlo primero en persona, porque las condiciones extremas como la nieve son otra cosa. Por ejemplo, cuando me fui a los Alpes casi muero por hipotermia, porque yo estaba acostumbrado a realizar ciertas técnicas dentro de un entorno muy concreto que funcionaban bien, pero al cambiar de entorno, te das cuenta que no todo lo aprendido funciona, que las técnicas realmente no sirven de nada si no sabes aplicarlas en el entorno adecuado. Por eso empecé a viajar, a estrellarme continuamente y aprendiendo que la supervivencia no es un conjunto de técnicas, sino que la supervivencia consiste en cómo se puede enfrentar un riesgo o una amenaza y en el cómo funciona la mente bajo esa presión.

¿En todas tus aventuras contabas con algún tipo de apoyo o patrocinio?

Los cinco primeros años iba sin apoyo ni nada, iba a la aventura. En muchas ocasiones me he visto en problemas serios para pedir ayuda por no tener ni apoyo externo, ni recursos técnicos, como por ejemplo un teléfono satélite, ya que los teléfonos móviles en muchos lugares no funcionan. En esos momentos es cuando sientes que no puedes salir, y es cuando la cabeza se pone a funcionar para buscar estrategias de supervivencia.

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¿Cómo te preparas para conocer en profundidad los medios y ecosistemas tan extremos y diferentes?

Antes de ir a esos lugares estudio todo lo que puedo sobre la flora, la fauna, los recursos naturales, las posibles tribus que pueda encontrar, las costumbres de las gentes. Una vez llegado a un determinado lugar, hablo con las gentes de allí para entender cómo funcionan o cómo hacen las cosas. Por ejemplo, cuando fui al desierto de Túnez, buscaba a gente que viviese en el desierto, para ver cómo trabajaban para encontrar comida y agua en el desierto, toda esa información es siempre muy valiosa.

Tu aventura en Groenlandia fue extremadamente dura y en ella estuviste a punto de perder la vida. ¿Cómo valoras esa experiencia? 

Fue dura, pero también la mejor experiencia que he tenido. Fue la primera vez que fui con un patrocinador, tenía medios como un DELORME, que es un aparato GPS que me permitía que la gente siguiese mi viaje online en tiempo real y me permitía enviar mensajes a la página web y comunicarme con el equipo de rescate en caso de que fuese necesario. Fue una experiencia espectacular porque me cambió radicalmente el concepto de supervivencia.

¿En qué sentido?

Estaba muy bien preparado para esa aventura; preparado para enfrentarme a los tipos de nieve que me podía encontrar, las bajas temperaturas. También estaba preparado para caminar sobre el hielo, cavar en la nieve, para hacer un refugio… Pero al llegar allí, todo el estudio que había hecho previamente sobre el lugar se fue al garete. Llegué en enero y en vez de nevar, llovía. También había un huracán encima que hizo que las temperaturas subiesen por encima de cero grados, en ese momento, me di cuenta de que tenía que readaptar todo el concepto de un golpe. Al principio todo el mundo me dijo que no hiciese esta aventura porque era muy peligroso, y tenían razón, hacía un viento que superaba los cien kilómetros y las temperaturas variaban muchísimo. Pese a ello, decidí arriesgarme, principalmente porque los patrocinadores habían puesto un dinero y yo no quería defraudarles y decirles que no. Así que en contra de todos, incluidos los patrocinadores, decidí iniciar la aventura.

Al poco de llegar, tuviste un accidente que estuvo a punto de acabar con tu vida. ¿Qué es lo que ocurrió?

Debido a las altas temperaturas y el deshielo, pisé una placa de hielo muy inestable que se movió como un balancín, resbalé y caí al agua. Fue un momento duro porque la placa me atrapaba, tuve que romper el hielo a golpes para poder liberarme. Al final, después de mucho trabajo, pude salir, pero tenía tres cuartas partes del cuerpo empapadas, eso, junto a unas temperaturas de 10 grados bajo cero y unas ráfagas de viento 70 u 80 km. por hora era un riesgo mortal. Allí estuve 14 horas esperando al equipo de rescate haciendo todo lo que podía para sobrevivir. 

¿Qué se te pasó por la cabeza en ese momento tan desolador?

Es complicado, primero tenía la sensación física de dolor, un dolor que era como si te tirases a un zarzal sin ropa. Esa es una sensación muy dolorosa, porque se crean unas contracturas musculares que, junto a la necesidad de temblar por el frío, provocan un dolor muy fuerte. Con todo ese dolor, tienes que entender que vas a morir, pero cuando te dicen que el equipo de rescate viene a por ti, luchas con todas tus fuerzas para ganar minutos como sea. Ahí es cuando todo el concepto de supervivencia cambia totalmente, porque todas las técnicas que has aprendido anteriormente no valen de nada. Es en ese momento cuando tienes que ponerte a pensar en supervivencia pura. Lo principal en ese momento era poder calentarme, pero en un desierto de hielo no tienes nada para hacer fuego. En pocos minutos tienes que cambiar de estrategia y rápidamente me puse a buscar dentro de mi equipo y de mi ropa, algo que pudiese arder para poder calentarme.

¿Cuál fue tu estrategia?

Cambiar la manera de pensar. Sabía que si no hacía nada moriría, entonces tuve que pensar qué es lo que podía hacer para no morir allí. Lo primero que se me ocurrió, es que la primera capa de la ropa que llevaba era elástica, tenía parte de goma, es decir, petróleo, eso quería decir que si la estrujaba y  la secaba un poco podría hacer un fuego con ella. Además comencé a secar la primera y la segunda capa, para que yo, al temblar, pudiese generar algo de calor y mantener ese calor. Para mantener la mente lúcida, me propuse hacer algo de ejercicio cada cinco minutos; sentadillas, flexiones, correr y, con ello, generar más temperatura corporal y evitar que el cuerpo se atrofie por el frío. Y así fui aguantando pero, lo que en un principio tenía que haber sido media hora de espera al equipo de rescate, se convirtieron en 14 horas. Cuando llegó el rescate yo ya me daba por muerto, incluso envié un mensaje a casa diciendo que no había pena y que gracias por todo. Imagínate la bronca que me cayó cuando llegué al final a casa (risas).

Cuando se llega a un momento crítico en el que se teme por la propia vida, suele aparecer un punto de aceptación en el que no importa perder la vida, pero sí aparece el tormento por la familia. ¿Tuviste esos pensamientos?

En un primer momento sí que lo piensas, no es que te de igual morir, es que no puedes hacer nada para conseguir volver y sí, hay un punto en el que llegas a esa aceptación, cuando ya ves que no hay salida. En un primer momento, durante el accidente, no pensé en la familia, quería salir de allí y no morir, y sí que es cierto que con el paso de las horas, cuando ya aceptas que vas a morir, te sale ese pensamiento. Pensé en cuánto iban a sufrir mis hijos, mis padres… y eso es una segunda desesperación que, en parte, te hace sentir culpable y te ayuda a seguir luchando para evitar morir.

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El miedo es una sensación de angustia con la que trabajas no solo en tus aventuras, también en la vida cotidiana. ¿Qué es para ti el miedo? 

Yo creo que lo primero que hay que hacer es definir muy bien la palabra. ¿Qué es el miedo? Para mí, el miedo es una fuente de información, es así de simple. El miedo te dice las consecuencias a la amenaza que tienes delante. El problema está cuando el miedo se convierte en pánico, acción reacción, dejando de lado nuestro yo racional. El pánico se centra en la amenaza, anulando tu parte creativa e imaginativa y hasta que no se rompe ese efecto túnel que crea el pánico, no vuelves a tener esa creatividad. ¿Cuántas veces no os ha pasado que veinte minutos depués de una discusión se nos ocurre esa frase que teníamos que haber dicho?

¿Cómo podemos hacer para discriminar entre el miedo y el pánico? 

El instinto de supervivencia desencadena cuatro pánicos básicos y estos, actúan en mayor o menor medida dependiendo de nuestra personalidad: agresión, huida, bloqueo o sumisión; esto funciona a nivel mental. A nivel físico tenemos hiperventilación, subida de la adrenalina y muchos otros desencadenantes. Lo importante es aprender a detectarlos para revertir ese proceso. Es cuestión de autoconocimiento y gestión emocional.

En la teoría, todo eso suena bien, pero ponerlo en práctica no parece una tarea fácil.

Yo creo que es algo que se puede superar con entrenamiento.  Siempre que doy charlas a los chavales para ayudarles a manejar el miedo les pongo este ejemplo; es como relacionar un chihuahua con un mastín. El Chihuahua es un perro pequeñito que tiene tanto miedo por ser pequeño que ante cualquier cosa rara o amenaza que vea a su alrededor, se pone a temblar y ladrar. Por el contrario, el mastín es un perro grande y plácido que no se altera ante nada si no hay una amenaza real. Por eso, cuando tienes una capacidad mental muy entrenada te conviertes en una persona que le cuesta mucho llegar al estrés y en una persona más calmada y racional a la que cuesta mucho sacar de sus casillas. 

¿A qué tienes miedo?

Tengo miedo a todo, lo que pasa que sé gestionar ese miedo. Nos enseñan a que no debemos tener miedo y eso es algo ilógico y eso no es correcto. El miedo es una herramienta brutal. Seguramente, si nadie tuviese miedo, hace tiempo que ya estaríamos todos muertos. Yo acepto el miedo como información, nada más.

Vivimos en una sociedad muy protectora que nos maquilla todo lo negativo; el sufrimiento, el miedo, la muerte… Pero, de igual modo que el dolor nos avisa de un problema cuando nos duele algo, ¿crees que el miedo también cumple su función?

Así es, si te paras a pensar, el miedo conforma tu personalidad.  Por poner un ejemplo, tú te vistes o te peinas de una manera determinada y eso está condicionado porque lo que buscas es una aceptación de los demás para no sentirte inseguro y no tener miedo. En el momento en el que te niegas el miedo te estás negando a ti mismo.

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Últimamente trabajas dando charlas a chavales en colegios y centros, ayudándoles, entre otras cosas, a gestionar el miedo. ¿Cómo les transmites tu mensaje y cuál es su reacción?

Es como si le contaras un cuento que ya conocen, pero desde un punto contrario. La reacción de los chavales en un primer momento es de sorpresa y después de comprender la idea que les quiero transmitir, no tardan en comprender que el que es más agresivo, el que hace bullying y el que hace daño a los demás no es el más fuerte, todo lo contrario, es el más débil y el que más miedo tiene. Cuando una persona siempre está a la defensiva es porque tiene miedo a ser atacado. El que necesita hacer daño a los demás es porque se siente tan débil que necesita poder hacer daño para sentirse fuerte. En el momento que que los chavales entienden estos conceptos, les cambia radicalmente la forma de pensar.

¿Cómo surgió la idea de trabajar con menores?

Hasta mi aventura en Groenlandia me dedicaba a la formación, sobre todo a gente como policías, bomberos, etc. Después del accidente en el hielo cambió radicalmente mi forma de pensar y comprendí que no son las técnicas, sino que la propia supervivencia es el todo en la vida. Me di cuenta de que si solo te basas en entornos agrestes, y no en las amenazas y en cómo te enfrentas a ellas, estaba acotando lo que es la supervivencia a un entorno muy reducido. A partir de ahí me centré en el estudio de la psicología y en cómo funciona nuestra cabeza. Así, empecé a buscar herramientas para la gestión de pánico y comprendí que es más funcional hacer charlas para chavales y explicarles lo que es el control de estrés y del pánico, que no hacer cursos de fin de semana para enseñar a hacer fuego con dos palos. Empecé dando charlas en colegios y ahora, lo que queremos hacer, es crear una fundación para adolescentes. Es un proyecto a largo plazo porque se necesita bastante dinero a fondo perdido para poder trabajar y yo, ahora mismo, soy un trabajador normal y no me lo puedo permitir, pero la idea base está ahí. 

¿Qué objetivos tendría esa fundación?

Lo que queremos hacer en esa fundación es enseñar oficios tradicionales para que cuando los chavales cumplan 18 años, podamos contratarlos y llevarlos a ONG´s. Porque el problema que tienen las ONG´s es que muchos de los que van de voluntarios son los que estudian humanidades en la universidad y ¿esa gente sabe construir un techo? No, pues lo que queremos hacer es eso, obtener gente cualificada para levantar casas, hospitales o escuelas donde se necesite.

Desgraciadamente, en las escuelas españolas no se imparten clases de supervivencia ni de algo tan básico y necesario como son los primeros auxilios, ¿enseñas técnicas de primeros auxilios en tus charlas a menores?

Eso es algo tremendamente básico porque nos enseñan biología, pero si te dedicas a enseñar cómo funciona el cuerpo humano pero no se enseña a qué hacer cuando hay un problema, es algo no tiene lógica. Eso es algo que también hacemos, trabajamos mucho en centros de menores y ahí sí tenemos más tiempo para impartir cursos de primeros auxilios, cosas tan básicas como qué hacer si se tiene una hemorragia, técnicas de reanimación etc. Porque muchas veces estos chavales tienen más probabilidades de verse en este tipo de situaciones. 

En 2016 publicaste un libro tremendamente personal titulado Superviviente. El miedo bajo control. ¿Por qué decidiste escribir un libro repleto de intimidades?

El libro nunca lo escribí para publicarlo. Este libro fue una terapia para mí, porque cuando volví de Groenlandia vine muy tocado de la cabeza. No soportaba estar a oscuras, no soportaba el frío, no podía dormir porque en el momento que cerraba los ojos pensaba que si me dormía me moría…

¿Tan traumática fue la experiencia?

Sí, llegué a España con la cabeza muy tocada y la manera de poder ubicarme y volver a entender quién soy fue escribir todo lo que sabía de mí, para poder entender de dónde vengo; quién soy, qué he aprendido y qué es lo que quiero hacer. La idea fue de un amigo que al ver que me derrumbaba cada vez que hablaba de Groenlandia, me propuso que escribiese todo eso. Me di cuenta al escribir el libro que el pánico es irracional y en el momento en el que yo buscaba las palabras para describirlo, el pánico se volvía racional y se convertía en miedo, fue una forma de poner todo en orden en mi cabeza.

Las terapias de grupo se usan para verbalizar los problemas con el fin de desdramatizarlos, verlos desde otro ángulo para comprender y conseguir una ayuda para superar los problemas. ¿Podemos decir que este libro es algo parecido a una terapia de grupo?

Correcto, el libro relata solo una parte, porque escribí mucho más, pero cada persona que aparece en el libro tiene un motivo para mí porque fueron los que me forjaron el carácter. El hecho de escribir es lo que me hace cambiar el punto de vista de la supervivencia, como te decía anteriormente, no son las técnicas lo más importante, sino comprender las cosas, no es saber hacer un fuego, sino saber qué es el fuego y que ese fuego lo puedo fabricar de mil formas diferentes. La base de la supervivencia es simplemente la capacidad de pensar y buscar estrategias en cualquier ocasión en tiempo, recursos y energías.

Después de vivir tantas experiencias extremas en las que has temido por tu propia vida, ¿qué sentido tiene la vida para ti?

Consiste en ganar tiempo para vivir más experiencias y analizarlas para obtener conclusiones que poder dar a los demás. De este modo, el que escucha, en condiciones parecidas no tendrá esa incertidumbre y podrá probar otras opciones para llegar a otras conclusiones nuevas. Es evolución pura y dura.

Hace ya unos años que dejaste las aventuras extremas pero, ¿tienes en mente algún proyecto que quieras realizar?

Sí, ha cambiado mucho la visión de los viajes desde Groenlandia y Siberia, que han sido los dos últimos que más me han afectado y he llegado a un momento de mi vida en el que quiero mostrar un punto de vista diferente sobre ciertos aspectos de la supervivencia a la sociedad y a las personas. Por ejemplo, uno de los viajes que quería hacer es ir a Siria y volver a Europa desde allí caminando ¿para qué? para que la gente tenga otro punto de vista, por mi experiencia, de lo que es ser un refugiado. Quiero que la gente pueda ver lo que hay allí en Siria, el motivo por el que esa gente sale de aquel país y se enfrenta a un durísimo viaje hasta que viene a Europa. Sin hacer juicios de ningún tipo, simplemente mostrando otra visión, la de un refugiado.

¿Por qué?

Porque creo que hay muchísima desinformación y manipulación, las noticias dejan de ser noticias cuando dejan de ser rentables, por eso creo que es necesario aportar otro tipo de información, para que las personas puedan sacar sus propias conclusiones, sin juicios.

¿Crees que vivimos en una sociedad excesivamente acomodada que ya no se hace preguntas?

Creo que somos como pavos gordos que nos han cebado y hemos dejado de pensar. Si te paras a pensar, hay una paradoja; nuestros abuelos lo pasaron muy mal en la guerra, pasaron mucha hambre, nuestros padres pasaron una época de explosión económica en la que se podía trabajar y con unas horas extras al día te podías comprar una casa y un coche trabajando solo un miembro de la pareja y ahora, hemos llegado un punto en el que trabaja el hombre y la mujer diez horas al día y apenas tienen para pagar el alquiler. Hemos llegado a una situación en la que trabajamos como locos para intentar vivir en una sociedad en la que sólo podemos asomar un poco la cabeza. Vivimos en una sociedad agotadora y creo que la gente, en su mayoría, no disfruta de su propia vida.

Hemos hablado de muchos tipos de miedos y si hay algo que da miedo, es ser padre. ¿Te da miedo que tus hijos sigan tus pasos y se lancen a la aventura?

Sí, tengo dos, una niña y un niño, pero no creas que me asusta, les dejo mucho a su rollo, es verdad que a la niña le encanta la montaña pero creo que el niño es más cañero y le va más la aventura. No tengo miedo. 

Hace unos años aparecías en numerosos programas de televisión y, si me permites mi opinión, en algunas ocasiones, en programas que buscaban el espectáculo y nada más…

Sí, yo era el que come bichos (risas). Sí, la tele es espectáculo, se busca lo raro y la verdad es que muchas veces me sentía que no me dejaban expresarme ni explicar lo que yo quería. Ese fue uno de los motivos principales por los que dejé de aparecer en algunos programas. 

Fuera de lo que es el mero espectáculo, supongo que te habrán propuesto otros productos de televisión más interesantes. ¿Tienes algún proyecto televisivo a la vista?

Sí, me han ofrecido varias cosas pero no encajaba en lo que yo quería enseñar. De todos modos, ahora tengo varias propuestas, si las aceptan, yo no cierro puertas y si sale algo de eso, haré tele y si no, no, porque para ir a la tele para comerme un par de escarabajos sin aportar nada, me quedo en mi casa.

¿Qué es la supervivencia para ti?

La supervivencia es la vida en estado puro, es darse cuenta de que la permanencia en el tiempo se gana cada vez que como, bebo, descanso o tomo buenas o malas decisiones. Es consciencia plena a cada paso, de lo que tengo y de lo que necesito en mi día a día.


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