La Plaza Mayor de Madrid, 400 Años de historia

En este año 2017 que recién estrenamos, se cumplen cuatrocientos años del inicio de la construcción de la Plaza Mayor de Madrid, uno de los lugares más bellos y emblemáticos, ubicada en pleno corazón de la ciudad. 

Desde sus orígenes, la Plaza Mayor ha tenido y sigue teniendo un carácter comercial, aunque a lo largo de sus cuatro siglos de vida, esta plaza también ha sido el escenario de todo tipo de actos ajenos al comercio, desde corridas de toros a solemnes autos de fe. Pocos lugares de la ciudad atesoran tanta historia como este hermoso rincón de Madrid. 

Orígenes 

Mucho antes de que Madrid se convirtiese en la capital del Imperio Español, el solar donde hoy se ubica la Plaza Mayor, era un arrabal extramuros del viejo Madrid medieval. En este lugar había unas lagunas cuyas aguas provenían de las aguas subterráneas de algunos de los muchos acuíferos de Madrid. Con el aumento de la población y el con- siguiente crecimiento de la ciudad, las lagunas se cegaron y, a finales del siglo XV, este arrabal se convirtió en uno de los principales merca- dos de la ciudad y era conocido por el nombre de Plaza del Arrabal. Esta plaza comercial, estaba configurada por casuchas alineadas de forma irregular y porticadas con vigas de madera, atendiendo a las disposiciones marcadas para este fin por los Reyes Católicos. A finales del siglo XVI, después de que el rey Felipe II hiciese de Madrid la capital del reino, se dictó la remodelación total de este espacio que ya era conocido con el nombre de Plaza Mayor. El encargo de reformar la plaza fue dado a uno de los grandes arquitectos del momento, Juan de Herrera, quien diseñó un nuevo trazado. En 1590 se levantó el primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, una obra realizada por Diego Sillero sobre el diseño de Francisco de Mora. 

Con el paso del tiempo, la plaza pasó a ser el principal núcleo comercial de Madrid, fue entonces cuando, en 1617, el rey Felipe III, ordenó la reforma y monumentalización de este espacio, para ello encargó a Juan Gómez de Mora -sobrino de Francisco de Mora- las obras de construcción de la plaza que finalizaron dos años más tarde, en 1619, y con un coste de doscientos mil ducados. 

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La nueva Plaza Mayor 

En 1620 Madrid contaba por fin con una gran plaza mayor, una de las primeras de Europa, un lugar que estaría destinado no sólo al comercio, también sería el gran escaparate de la Corte. Para festejar tal acontecimiento, el 15 de mayo de 1620, se inauguró la Plaza Mayor con los fes- tejos de la beatificación de San Isidro, patrón de la ciudad de Madrid, cuyo cuerpo incorrupto depositado en un arca de plata presidió los actos. Desde entonces, la plaza se convertiría en el espacio público más importante del reino de España. Precisamente por este motivo, desde su inauguración, los balcones de la plaza tenían una tasa durante los eventos y el uso de los mismos no era exclusivo de los inquilinos, sino que tenían una servidumbre que obligaba a cederlos para su distribución por la Mayordomía Real por turno de jerarquía y etiqueta, o bien para ser vendidos como localidades por el Consejo. 

Un año después de la inauguración, otro de los grandes eventos celebrados en este lugar fue la proclamación del rey Felipe IV en 1621. También la hermana del rey, la infanta doña María, tuvo su protagonismo en esta plaza durante la primavera de 1623, cuando fue presentada al príncipe de Gales, el futuro Carlos I de Inglaterra, para concertar su matrimonio que, finalmente, no llegó a celebrarse. Durante estos festejos, la Plaza Mayor se convirtió en una gran plaza de toros. Este no sería el último festejo taurino celebrado en la plaza, unos años después, un 12 de octubre de 1629, se celebró una gran fiesta con toros y cañas con motivo del casamiento de la infanta doña María, quien finalmente se casó con el rey de Hungría. 

No todos los actos que se celebraban en la Plaza Mayor tenían carácter festivo, también se realizaron otros más siniestros, como el famoso auto de fe del 4 de julio de 1632, donde unos judíos fueron acusados de agravios al Cristo de la Paciencia. Esta injusta y falsa acusación acabó con la quema de siete de estas pobres personas. Hubo otros de autos de fe que se realizaron en la Plaza Mayor pero, el más importante de todos ellos, por el número de acusados y por la expectación que provocó, fue el auto de fe del 30 de junio de 1680. Durante toda la jornada, 118 reos fueron juzgados por el Tribunal de la Santa Inquisición. El auto se saldó con la condena de 21 de los reos a ser quemados vivos. El Museo del Prado alberga en una de sus salas una pintura de Francisco de Rizi titulada: Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid, en la que con todo lujo de detalles, inmortaliza aquel terrible episodio. 

Otra de las funciones siniestras de la Plaza Mayor fue la de patíbulo y tenía una curiosa disposición dependiendo de la pena de la ejecución. Si al condenado le tenían que ejecutar con garrote, el patíbulo se colocaba frente al portal de Pañeros, por otra parte, si el condenado había sido enviado a la horca, el patíbulo se instalaba frente a la Casa de la Panadería y, finalmente, si el condenado tenía que ser decapitado, el patíbulo se colocaba frente a la Casa de la Carnicería. Sin lugar a dudas, se trataba de toda una macabra organización. Las ejecuciones públicas se realizaron hasta finales del siglo XVIII. 

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Incendios 

A lo largo de la historia, la Plaza Mayor ha sufrido tres grandes incendios, el primero de ellos ocurrió el 7 de julio de 1631, cuando en los sótanos de la Casa de la Carnicería se originó un incendio que duró tres días. Fue uno de los más pavorosos, no sólo por arrasar toda la zona que va desde el Arco Imperial a la Calle de Toledo, también porque el techado de los edificios estaba realizado con planchas de plomo que, con las altas temperaturas originadas por el fuego, se fundieron, dificultando las labores de extinción y aumentando el número de víctimas mortales y heridos. Este hecho sirvió para que, posteriormente, se sustituyesen todas las planchas de plomo de los edificios por tejas. 

El segundo gran incendio ocurrió en la noche del 2 de agosto de 1672, que destruyó la Casa de la Panadería. El último incendio ocurrió la noche del 16 de agosto de 1790, y fue el origen de la reforma total llevada a cabo por Juan de Villanueva, que modificó el sentido abierto que hasta entonces había tenido, convirtiéndose en una plaza cerrada y si- métrica, siguiendo modelos clásicos europeos. Además, para evitar nuevos incendios, se dictaron nuevas normas de construcción y el uso de nuevos materiales menos combustibles. 

Nuevos usos y nuevas reformas 

En el siglo XIX la Plaza Mayor dejó de ser el escenario para la exaltación de la monarquía y la iglesia para convertirse en un espacio público y urbano más, sin perder en ningún momento su carácter comercial, organizándose mercados de todo tipo, como el de flores y plantas que se realizaba durante las fiestas de San Juan y de San Pedro. 

En 1848 la plaza se volvió a reformar, convirtiéndose en un jardín de estilo francés y en el centro se colocó la estatua ecuestre de Felipe III, que había sido esculpida por Juan de Bolonia y Pietro Tacca en 1616 y que se encontraba ubicada en la Casa de Campo. Esta estatua fue gravemente dañada en el siglo XX, justo cuando se proclamó la II República por unos exaltados. 

Hasta la llegada del siglo XX, la Plaza Mayor era un apacible lugar para el paseo y las compras gracias a sus tiendas y jardines. Pero todo ello cambió en la década de los años cincuenta, con la desaparición de los jardines y el constante acceso de vehículos motorizados que invadían todos los rincones de Madrid, por ello, en 1968, el Ayuntamiento decidió construir un aparcamiento subterráneo con el que se reformó todo el pavimento de la plaza, convirtiéndose definitivamente en un espacio diáfano en su superficie. 

En la actualidad, la Plaza Mayor es uno de los puntos turísticos más importantes de Madrid, sus terrazas y las tiendas repartidas por los soportales, son un buen reclamo turístico para todo aquel que viene a la ciudad. También sigue siendo un centro comercial, cada domingo la plaza se llena de puestos de filatelia y numismática que atraen a los coleccionistas, aunque quizás el mercado más importante es el que se instala en Navidad, con casetas en las que se pueden encontrar todo tipo de elementos de decoración navideña. 

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IV Centenario 

En la actualidad, la Plaza Mayor, pese a ser uno de los rincones más visitados por los turistas, tiene algunos problemas de suciedad y degradación. Para poner fin a ello, un grupo de comerciantes y hosteleros de la plaza han creado la Asociación de Amigos del IV Centenario de la Plaza Mayor. Esta asociación tiene como objeto potenciar económica- mente la plaza y crear una agenda fija para diversas actividades cultura- les. Durante los últimos meses han dado a conocer al Ayuntamiento sus propuestas sin que por ahora se conozcan demasiados datos. 

Con sus cuatrocientos años, la emblemática Plaza Mayor que, a lo largo de su historia ha sufrido numerosos cambios, no sólo en su fisionomía, también en sus nombres, sigue siendo un lugar importante en el corazón de Madrid.