MARIANO JOSÉ DE LARRA

POR EMNMM

Mariano José de Larra fue una de las mentes más lúcidas de su tiempo, fue un personaje muy crítico con la política y la sociedad española del siglo XIX, como queda patente en alguno de sus artículos, en los que recurriendo a la ironía para librarse de la censura, critica con saña las políticas absolutistas del rey Fernando VII. Tampoco se libraron los liberales, pese a que él tenía gran afinidad ideológica con ellos.

Larra deseaba una España moderna, abierta al mundo y libre, al estilo de la vecina Francia, a la que tenía como modelo. Desgraciadamente, nunca llegó a ver esa España, cuando contaba con sólo 27 años, Larra puso fin a su vida de un disparo.

Hay muchas especulaciones sobre los motivos que le llevaron a tomar esta drástica decisión. Uno de los que más peso podría tener, fue el fracaso sentimental con su amante, Dolores Armijo. Precisamente ella fue la última persona que le vio con vida. Parece ser que Dolores acudió a la casa de Larra para decirle que su relación estaba definitivamente acabada, provocándole un serio disgusto. Otro de los motivos, puede que no el principal pero sí el responsable de sumir a Larra en un constante pesimismo, debió ser la sectaria y liberticida política y sociedad de la época que le puso infinidad de trabas, tanto en sus escarceos en el mundo de la política, como en su trabajo como escritor y periodista.

Existe un artículo de Larra, que escribió poco antes de suicidarse, en el que se puede apreciar y comprender el desaliento que debía sentir. Se titula El Día de Difuntos de 1836. En él se relata un paseo por Madrid, una ciudad convertida en un gran cementerio en el que las instituciones políticas, culturales y económicas de España, aparecen como decadentes sepulcros en los que yace todo aquello que podría haber hecho de España una gran nación. El final del artículo, se refiere a él mismo como otro cementerio y dice así:

“¡Santo Cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza! ¡Silencio, silencio!”

A los pocos meses de escribir este artículo, el 13 de febrero de 1837, curiosamente un lunes de Carnaval, Larra puso fin a su vida de un disparo.

Los restos de Larra descansan en la Sacramental de San Justo y, como casi siempre ocurre con los muertos en España, los restos de Larra pasaron previamente por otros dos cementerios. Actualmente y desde 1902, descansan en la Sacramental de San Justo, en un panteón rodeado de otros personajes ilustres como José de Espronceda, uno de sus mejores amigos.

larra_emnmm_02.JPG

En esta casa, en el número 3 de la calle Santa Clara, vivió los últimos días de su vida y en ella se suicidó.
En la fachada hay una placa en su recuerdo, incomprensiblemente, oculta por las ramas de un árbol. 

La casa de Larra y su tumba son prácticamente los únicos lugares en los que podemos acercarnos al personaje de una manera personal, pero no podemos olvidar su obra, un legado muy importante digno de conocer para comprender mejor la España del XIX y la del XXI en la que, posiblemente, a Larra le hubiese gustado vivir... ¿o no?