RODRIGO IBARRONDO. Esparciendo semillas, esparciendo vida

POR RAMÓN RIVAS | FOTOS: Cortesía de Rodrigo Ibarrondo

Rodrigo Ibarrondo es un burgalés que ha pasado casi toda su vida viajando por el mundo, trabajando en numerosos proyectos relacionados con el medio ambiente. Un buen día, tras un proceso personal y casi se diría que espiritual, decidió que había que cambiar las cosas y, con inteligencia, decidió dar un primer paso cambiando él mismo. Probablemente sin ser consciente de que esa era la llave correcta para cambiar el mundo.

La acción llegó en 2015, cuando se trasladó a la Sierra de Gata. Allí pudo ver cómo aquel entorno que había elegido para vivir ardía por los cuatro costados en uno de los peores incendios que se recuerdan en esta zona extremeña. Tras la desolación, tomó las riendas de un proyecto para reforestar la tierra quemada. Reforest-Acción fue el nombre de esta iniciativa altruista que se fue haciendo más grande, y extendiéndose a todo el territorio nacional, incluyendo a la vecina Portugal.

Tras el éxito de esta primera acción, surgió la Gran Bellotada Ibérica, que es el nombre de otro ambicioso proyecto que lidera Rodrigo Ibarrondo. Junto a un numeroso equipo de voluntarios de diversos países, se han comprometido en recuperar la cultura de la siembra de semillas. La Gran Bellotada tiene como objetivo plantar 25 millones de bellotas por toda la vieja Iberia. Con ello, no solo pretende recuperar el bosque autóctono, además, pretende cambiar la relación que tenemos todos nosotros con la tierra que pisamos.

Hemos entrevistado a Rodrigo para conocer mejor al personaje y los interesantes proyectos medioambientales que coordina y que están dando mucho de qué hablar.

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Rodrigo, has trabajado gran parte de tu vida en proyectos relacionados con el medio ambiente, háblanos de ellos.
Empecé desde muy joven. Primero estuve en Venezuela, en un centro de recate de animales en Los Llanos. Después me fui a Los Andes y allí trabajé en un proyecto educativo con cóndores. Más tarde, me fui al Amazonas y allí fue cuando conocí la naturaleza en su máxima expresión. Fue allí donde en mi cabeza sonó un click que cambió la percepción del mundo que tenía y donde decidí que mi vida iría en esta dirección. Después me fui a Indonesia y allí estuve cuatro años trabajando e investigando en temas relacionados con el tráfico ilegal de fauna salvaje, centrándome sobre todo en reptiles, como las tortugas de agua dulce y de tierra. El trabajo que hicimos allí fue todo un éxito, básicamente porque allí no había nadie que se dedicase a eso. Después estuve trabajando con especies en peligro de extinción y con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, donde estuve haciendo estudios con especies “raras”.
 
Trabajar en la lucha contra el tráfico ilegal de fauna salvaje es algo bastante arriesgado. ¿Alguna vez has temido por tu vida?
Me han pasado muchas cosas, me han amenazado con machetes y he tenido problemas gordos. Es peligroso y hay muchísima corrupción, pero en Asia, matar a alguien es un tema muy gordo, sobre todo si se mata a un extranjero, en ese sentido es más seguro que en otros lugares del mundo. No es como en Latinoamérica, por ejemplo, que allí sí que te pueden meter una bala a la primera de cambio.
 
Después regresaste a España, ¿por qué decidiste volver?
Trabajé en varios centros de rescate de fauna, sobre todo de reptiles, y los cuatro años que estuve allí me enseñaron que la gran mayoría de las organizaciones trabajan… digamos que un poquito con el fin de ensalzarse a ellos mismos. Vi muchos egos, muchos nombres en letras grandes y eso me deprimió y me decepcionó mucho. Así que volví a España y me fui a la montaña, donde comencé un proceso personal de “reseteo”. Desde un principio tenía muy claro que mi objetivo era el de trabajar siempre al servicio de la naturaleza, no al de organizaciones que se benefician de trabajar con la naturaleza.
 
¿Cómo fue ese proceso de “reseteo”?
Fue un proceso muy personal, tuve que observarme a mí mismo, valorar mi relación con la naturaleza, descubrir si yo era parte de la enfermedad o era parte de la medicina. Esa fue mi mecánica de pensamiento durante un tiempo. Así que empecé afrontar el tema con acciones; evitando generar basura, viajando a pie o a caballo… Fue un proceso para ir conociendo la naturaleza directamente e ir introduciéndome dentro de ella para poder sentirme parte de ella.
 
Eso es algo que suena muy bien y que muchos deseamos hacer pero ¿cómo se puede vivir en un mundo como el de hoy sin una estabilidad económica?
La verdad es que estamos muy desconectados de la naturaleza, siempre pensamos que necesitamos tener de todo para poder vivir, pero no es así. Hemos vivido exclusivamente de la naturaleza durante miles de años. Por poner un ejemplo, yo, cuando vivía aislado con mis caballos en el monte, recuerdo que gastaba 2.000 euros al año y vivía feliz, era libre, yo decidía el día a día de mi vida. Lo que ocurre en esos casos es que te separas tanto de la sociedad que, al final, te das cuenta de que estás demasiado desconectado. Aquel fue un proceso muy interesante para mí, para poder descubrir la naturaleza. Ahora, lo que hago para ganarme la vida es, principalmente, no gastar. Vivo en una finca chiquitita y allí tengo mi huerta, mis frutales, agua del río, placas solares, maderas del bosque… En realidad gasto muy poco dinero y ese poco dinero lo gano trabajando en verano en los festivales de música, no necesito más.
 
Y tras ese proceso personal, ¿qué fue lo que aprendiste y cómo orientaste tu vida?
Unos años más tarde, después de un proceso de aprendizaje largo, descubrí que lo único que la naturaleza quiere de nosotros es que esparzamos semillas. Si tú eliminas ahora mismo todo lo que la civilización ha creado y nos quedásemos en pelotas en el campo, lo único que podríamos hacer para crear vida, aparte de morirnos y pudrirnos, es esparcir semillas. Las semillas son el arca de la vida, ahí está contenida la propia vida, yo a eso lo llamo la “economía real” porque, menos los minerales, todo viene de ahí, de las semillas. Por eso decidí que mi trabajo sería retomar el vínculo con la naturaleza con esa economía de la vida que son las semillas. Fue cuando entendí que tenía que trabajar con ellas. Entonces me planteé cuáles eran las semillas que mejor se adaptaban a mi idea, finalmente, llegué a la conclusión de que serían los árboles, así que me puse a plantar árboles.

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El primer gran proyecto de reforestar en masa surgió en Extremadura ¿no es así?
Sí, llegué a la Sierra de Gata por unos temas personales con mi hijo y a la semana de estar allí hubo un incendio que quemó toda la sierra. Decidí que había que hacer algo y por eso monté una organización para plantar árboles como locos y aquello fue un éxito. El segundo año planteamos el proyecto para tres meses de trabajo e igualmente fue un éxito. El tercer año fue más duro, pero pudimos salir adelante, y ya este año se ha consolidado el proyecto lanzando La Gran Bellotada Ibérica que ha sido un éxito a nivel social.
 
Hasta la Gran Bellotada, ¿todos los proyectos de reforestación se ceñían exclusivamente a la Sierra de Gata?
Sí, han sido tres años de trabajo y experimentación. En este tiempo hemos aprendido mucho y nos ha preparado para poder transmitir nuestros conocimientos y experiencias a personas de otros lugares.
 
Grandes acciones como esta no son fáciles de llevar a buen puerto si no hay voluntariado y una financiación, ¿cómo lo habéis logrado?
Desde el principio hemos tenido muy claro que el motor de todo esto es la voluntad humana, no la voluntad económica. Lo único que pedíamos era alimento para los voluntarios, herramientas y combustible para llevar a los voluntarios al campo. La verdad es que el primer año no teníamos dinero, empezamos a plantar casi a la desesperada. Por suerte, un vecino nos donó algo de dinero y lo usamos para dar de comer y comprar algunas herramientas. Lo que nos sobró se lo devolvimos.
 
¿Qué tipo de vegetación había en la Sierra de Gata antes del incendio?
Lo que había era monocultivos de pino resinero de la época de Franco, nada de bosque autóctono. Tras el incendio, comenzaron a salir pinos por todos los lados y eso fue un problema, porque aquí, tocar un pino era algo tabú. Lo que se veía venir con la aparición de estos nuevos pinos es que en 15 años, la sierra se vería otra vez como un monocultivo de pino y, a la mínima, se volvería a incendiar. Yo tenía muy claro que había que acabar con el factor invasivo del pino y estaba dispuesto a cualquier cosa para cambiar la mentalidad de la gente, incluso hasta acabar en la cárcel si era necesario.
 
A la vista está que lo lograste…
Sí, aunque fue muy duro. El primer mes de reforestación pasamos ¡17 días arrancando pinos porque no llovía ni una gota de agua y no podíamos plantar! Ahora, que ya empezamos a ver el resultado, se puede ver que hay una diversidad increíble; han vuelto las perdices, los conejos, las liebres y cantidad de pajarillos, además, el suelo se está regenerando. Por el contrario, en otras zonas donde no actuamos, está todo invadido por pinos, solo hay pinos, nada más…
 
¿Se logró cambiar la mentalidad de la gente y de las administraciones?
Hemos metido mucha presión a las instituciones a nivel mediático y  conversando con la gente local, y por fin hemos conseguido que se cambie la política forestal de la zona. Incluso la Junta de Extremadura ya ha empezado a apostar por otra gestión arbórea con frondosas como los alcornoques, los castaños, las encinas… Ahí sí que veo que ha habido un cambio brutal. Otro gran éxito ha sido la parte educativa, trabajamos con 14 escuelas de la zona, que son 450 niños y todos los años tenemos actividades con ellos, ya saben plantar bellotas y arbolitos, eso es algo fundamental para el futuro.
 
Ahora se empiezan a ver los resultados de aquellas plantaciones y la gente estará satisfecha pero, ¿fue complicada vuestra relación con las gentes del lugar?
Bueno, fue una batalla, sobre todo al principio. Hemos estado los dos primeros años luchando mucho para que se nos valore y se nos respete, y es ahora cuando se empiezan a ver los resultados. Al principio, para algunas personas, éramos los “hippies”, aunque no tenemos nada de hippies. Fue duro poder ganarnos el respeto de la gente, pero cuando por fin han podido ver las más de trescientas hectáreas reforestadas han dicho: ¡hostias con los hippies! todo cambió. Lo que no se explican todavía es por qué trabajamos gratis (risas).

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Del proyecto inicial ha surgido otro mucho más ambicioso, la Gran Bellotada Ibérica, ¿cómo surgió la idea?
Ahora estamos en la cuarta campaña de reforestación en la Sierra de Gata y nuestra idea inicial siempre fue la de crear un proyecto modelo, un ejemplo para que luego este movimiento se pudiese trasladar a otros lugares de la Península Ibérica. Tenemos ya un proyecto que es la Red Ibérica de Guardianes del Bosque, que lo que pretende es crear una red de personas, colectivos y entidades que estén en pro de recuperar los bosques ibéricos. El primer gran proyecto de esta red es la Gran Bellotada Ibérica.
 
Con la Gran Bellotada se pretende plantar 25 millones de bellotas en toda España y Portugal ¿Por qué esa cifra?
Había que buscar un número llamativo y lo proyectamos con esa cantidad. Yo me planteaba que con que hubiese 100.000 personas que plantasen bellotas, ya tendríamos esa cantidad, porque en una mañana una persona puede plantar 300 o 400 bellotas tranquilamente. Nosotros, con este proyecto no pretendemos salvar el mundo, lo que queremos es poder recuperar la tradición de plantar en España y en Portugal. Queremos que los niños sepan plantar un árbol correctamente, que los ayuntamientos se impliquen y hagan planes de plantaciones populares. Los árboles son indispensables para la vida y sin ellos es imposible vivir.
 
Habéis elegido la bellota de forma simbólica pero las reforestaciones no se ciñen solo a las bellotas.
Realizamos plantaciones con plantas autóctonas y de la zona. No solo árboles. Este año, por ejemplo, hemos recolectado muchísimos kilos de madroños de los que hemos sacado bastantes millones de semillas para plantar con técnicas efectivas y sencillas.
 
A la hora de reforestar ciertas zonas, ¿habéis tenido restricciones por tratarse de terrenos públicos o privados?
En Extremadura, como en muchas zonas de España, trabajamos en terrenos públicos y terrenos comunales. Públicos hay menos y hay que contar con los permisos de la Junta, pero baldíos y comunales hay muchísimos y no hemos tenido problemas.
 
El material humano en vuestras acciones es 100% voluntariado que, en algunos casos se enfrentarán por primera vez a una reforestación. ¿Hacéis algún curso previo?
Sí, tenemos unos días de formación donde enseñamos técnicas concretas para poder sacar adelante las plantas. Participa gente de muchos países y algunos no conocen las características propias de un clima mediterráneo como el nuestro. Son técnicas sencillas como el aporcado, hacer alcorques, acolchado etc.
 
¿Hacéis algún seguimiento de las plantaciones tras las reforestaciones?
Hacemos un seguimiento constante de las plantaciones. El primer año tuvimos un 65% de supervivencia, el segundo un 90% y el siguiente, sorprendentemente, un 65% nada más, eso fue debido al año tan duro que tuvimos. Ahora tenemos una mayor posibilidad de éxito ya que tenemos más medios. La Junta de Extremadura nos ha proporcionado 30.000 tubos protectores y eso se va a notar mucho en el futuro, porque las plantas, al estar protegidas por los tubos, se podrán desarrollar mejor. Cuantos más medios tengamos, mejores resultados y a mayor gente podremos acceder.
 
Uno de los objetivos en vuestro proyecto es acabar con el monocultivo y el problema que ello supone por la falta de biodiversidad, además del riesgo de incendios, así como plagas que pueden acabar con un bosque entero, como ha ocurrido en otras regiones de España, por ejemplo, en Murcia.
Hay un problema muy grande con el tema de los monocultivos en España por la falta de biodiversidad y por los incendios. Recientemente nos han dado el premio Extremadura Global y aprovechando el evento, hemos hablado mucho de ello. Por eso es importante estar también en los medios, para poder influir en las administraciones, para que se hable de ello, y poder concienciar sobre lo dañinos que son los monocultivos y poder lograr que se gestionen de una forma adecuada.
 
Antaño, los bosques estaban aprovechados por las gentes del campo, los cuidaban explotando recursos como la leña, el carboneo, etc. En la actualidad, España tiene un grave problema de despoblación y de abandono rural. ¿Crees que la despoblación es un factor de riesgo para los incendios forestales que sufrimos todos los veranos?
Un bosque autóctono bien formado sobrevive y resiste los incendios, han evolucionado para eso. Los monocultivos de pino o eucalipto no. He visto un montón de incendios en zonas de bosque autóctono y nunca esos incendios tienen la misma magnitud que en otros bosques de monocultivo. Por eso es importante el bosque autóctono, además de la biodiversidad.

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Hasta ahora, ¿qué repercusión está teniendo la Gran Bellotada?
Estamos recibiendo muchas llamadas y apoyos de gente que quiere involucrarse y tienen voluntad de aprender. Todos los días recibo llamadas de ayuntamientos, de medios de comunicación, de organizaciones y colectivos que se interesan por nosotros o quieren sembrar bellotas y eso es un verdadero logro.
 
¿Y si no se llega a los 25 millones de bellotas plantadas?
Lo más importante, más que llegar a un número determinado de bellotas plantadas, es el que se recupere la costumbre de plantar y  eso es algo que creo que empieza a funcionar. Más adelante, lo que queremos hacer, es un trabajo de redes con todo lo que ha salido de este trabajo, para poder hacer talleres de plantación y consolidar el proyecto. Para mí, el éxito de estos proyectos está en los años que pasé caminando por la naturaleza. Para mí fue como tener un hijo; trabajas para él, te dedicas a él. Diría que la naturaleza es mi familia, veo los árboles y son mi propia familia… Creo que cuando has vivido un proceso personal como el que tuve, llegas a la conclusión de que el dinero no importa y no vale para nada.
 
Vivimos en un mundo en el que el ecologismo, el verdadero ecologismo, parece verse eclipsado por una especie de ecologismo de postureo. ¿Crees que es así?
Creo que las nuevas tecnologías nos han hecho demasiado virtuales, hay muchos conceptos, opiniones y juicios mentales en las redes. Lo que creo que hay que hacer, es aterrizar. Lo veo en la gente que viene a trabajar con nosotros, conectan con la tierra desde un principio y es como si volvieran a nacer, se dan cuenta de que eso es vivir. Pienso que la vida no debería ser como un videojuego, hay que salir de las pantallas, hay palpar, oler y sentir las cosas. El problema de la sociedad no es otro que un problema de valores.
 
¿Y después de la Gran Bellotada qué?
La visión inicial es consolidar este proyecto y crear la red ibérica. Formar una cantera de gente comprometida. El ciclo anual de trabajo en la sierra es empezar a plantar en octubre y noviembre, continuar hasta febrero o marzo, después un mes de mantenimiento en junio y un plan de seguimiento durante todo el verano. Ahora lo que queremos hacer es un equipo de trabajo de redes para poder amplificar esta cultura y que se consolide por todo el país, eso es un trabajo brutal.


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